Macario es una película mexicana de 1960 de los géneros drama, fantasía y misterio dirigida por Roberto Gavaldón y producida por Clasa Films Mundiales. Está basada en la novela del mismo nombre de B. Traven, que se basa libremente en una antigua leyenda fronteriza, ambientada en el Virreinato de la Nueva España (hoy en día México).
Macario | ||
---|---|---|
![]() Póster estadounidense para la película. | ||
Ficha técnica | ||
Dirección | Roberto Gavaldón | |
Producción | Armando Orive Alba | |
Guion |
| |
Basada en | Macario, de B. Traven. | |
Música | Raúl Lavista | |
Sonido | James L. Fields | |
Fotografía | Gabriel Figueroa | |
Montaje | Gloria Schoemann | |
Protagonistas |
Ignacio López Tarso Pina Pellicer Enrique Lucero Mario Alberto Rodríguez Enrique García Álvarez Eduardo Fajardo | |
Ver todos los créditos (IMDb) | ||
Datos y cifras | ||
País | México | |
Año | 1960 | |
Género | Drama | |
Duración | 91 minutos | |
Idioma(s) | Español | |
Compañías | ||
Productora | Clasa Films Mundiales | |
Ficha en IMDb Ficha en FilmAffinity | ||
Fue la primera película mexicana en ser nominada a un Premio de la Academia por Mejor Película en Lengua Extranjera.[1] Además, también fue inscrita en el Festival Internacional de Cine de Cannes de 1960.[2]
Un humilde campesino y leñador llamado Macario vive obsesionado con la pobreza que sufre y el miedo a la muerte. Debido a la precaria situación al borde del hambre que él y su familia viven, comienza a añorar poder disfrutar de un banquete sin tener que compartirlo con nadie.
En su obstinación, decide dejar de comer hasta encontrar un guajolote (pavo) que pueda comer solo. Su esposa, preocupada, le roba un guajolote, y Macario sale a la soledad del bosque para comérselo a escondidas de sus hijos. En el bosque, conoce consecutivamente a tres enigmáticas personalidades. El primero es el Diablo en forma de rico terrateniente, quien primero le ofrece sus botas con espuelas de plata, pero Macario le dice que no tiene caballo, y luego le ofrece las monedas de oro de sus pantalones, pero Macario lo rechaza diciendo que le cortarían las manos por ladrón; finalmente, le ofrece el bosque, pero Macario le dice que el bosque no le pertenece a él, sino a Dios y que, además, teniendo el bosque, no dejaría de ser pobre, porque tendría que seguir cortando leña. Tampoco lo comparte con el segundo personaje que aparece, Dios, en forma de anciano humilde; Macario sostiene que Él puede poseer lo que quiera, ya que todo lo posee y lo que quiere es un gesto, y, mientras Macario con vergüenza reconoce que no tiene ganas de compartir su guajolote ni siquiera con Dios, desaparece, antes de que Macario se arrepienta de su decisión.
Finalmente, se presenta la Muerte, en forma de campesino indígena, a imitación de Macario, que le dice que hace miles de años que él no comió, y Macario accede a invitarle (no con miedo, sino por entendimiento), ya que Macario se da cuenta de que, ante su ineludible designio, nadie escapa, y también confiesa que lo invitó porque, mientras comía, retrasaría la muerte del propio Macario. Como muestra de agradecimiento, la Muerte le concede su amistad y le da a Macario agua milagrosa que curará cualquier enfermedad, con la condición de que Macario tenga que ver a la Muerte a los pies de los enfermos. Pero, si lo ve a la cabeza de la cama del paciente, nada ni nadie podrá salvarlo, porque ese ser ya era de la Muerte.
Macario regresa a casa y encuentra a su hijo frío por caer al pozo. Macario prueba el agua con su hijo y, a partir de allí, se le conoce como un sanador milagroso, incluso dejando al médico y al enterrado del lugar sin clientes. Aunque en un principio no quiso cobrar, la gente empezó a ofrecerle comida y dinero, que luego compartió con los demás pobres, y su fama comenzó a extenderse por toda la región, hasta llegar a oídos de la Inquisición. Las autoridades eclesiásticas ordenan su captura, para juzgarlo por brujería.
Para saber si Macario realmente tiene poderes mágicos, lo ponen a prueba, donde entre varios presos tendrá que decir quién vive y quién no. Entre estos condenados, ponen al verdugo del reino, un hombre fuerte y musculoso, y un condenado a muerte, esperando que Macario se equivoque. Para sorpresa de todos, Macario le dice que el único que morirá es el verdugo. Cuando la gente empieza a burlarse de él, llega un mensajero con una carta donde perdona la vida del condenado, y cuando se acercan al verdugo para pedirle que se levante, es hallado muerto, ya que tenía temor a los magos y la conmoción de ver a Macario le provocó un paro cardíaco. Los religiosos entonces lo condenan por adivinación al tormento y a la hoguera.
Ante esto, la esposa del virrey suplica a Macario, preso en espera de ejecución, que vea a su hijo enfermo. Cuando lo llevan con el niño, el pide estar a solas con ella y se entera de que la Muerte ha decidido llevárselo; por mucho que Macario suplica que no lo haga (porque de esto depende su propia vida), la Muerte le dice que no hay alternativa. Temiendo, Macario huye, sabiendo que será condenado a muerte por no salvar al niño. Mientras todos lo persiguen, en el bosque se encuentra nuevamente con el Diablo y con Dios. Ambos le recuerdan que debería haber compartido el guajolote con ellos: el Diablo le recrimina que, si lo hubiera elegido, no le hubiera pasado nada, y lo invita a nuevamente a ir con él, pero Macario lo rechaza; Dios, en cambio, advierte a Macario que su propia muerte está cerca y que debe reflexionar sobre sus acciones. Cuando llega a la caverna de la Muerte, encuentra una gran cantidad de velas, cada una de las cuales representa la vida de una persona y, si es pequeña, significa que está a punto de apagarse y que la persona morirá. La Muerte afirma que Macario negoció con algo muy sagrado, que es la vida. Macario encuentra que su propia vela está a punto de apagarse e intenta huir con ella, pero ya es demasiado tarde; la Muerte le advierte que hay reglas que ni él mismo puede ignorar y que en realidad él no tiene poder para retrasar el momento en el que cada uno va a perecer, y le hace ver que es mejor prepararse para aceptar su destino en lugar de escapar, porque es inútil: nadie puede escapar de la Muerte.
Finalmente, la escena vuelve al lugar en que Macario compartió el guajolote con la Muerte. No volvió a casa desde entonces, y su esposa y algunos aldeanos buscan a Macario en el bosque solo para encontrarlo pacíficamente muerto, junto a un pavo dividido en mitades: uno comido, el otro intacto. Queda ambiguo si todo fue un sueño de Macario antes de morir o un breve preámbulo de la Muerte para jugar con él.
Macario recibió elogios de la crítica. En la página de reseñas Rotten Tomatoes, la película tiene un índice de aprobación del 100% basado en 5 reseñas, con una calificación promedio de 9.0/10.[3] Fue una de las películas mexicanas más exitosas del año, recaudando $80,000 en sus primeras cinco semanas en el Teatro Alameda de la Ciudad de México.[4]
Este filme ocupa el lugar 59 dentro de la lista de las 100 mejores películas del cine mexicano, según la opinión de 25 críticos y especialistas del cine en México, publicada por la revista Somos en julio de 1994. Fue la primera película mexicana nominada al Oscar como Mejor Película en Lengua Extranjera.[5]
Año | Categoría | Resultado |
---|---|---|
1960 | Mejor película extranjera | Nominada |
Año | Categoría | Resultado |
---|---|---|
1962 | Mejor película hispanoamericana | Ganadora |
En 1961, en Valladolid, España, obtuvo el premio del Instituto Ciudad de Valladolid, placa de plata y pergamino.[cita requerida]
En Santa Margherita Ligure (Italia), ganó el premio Copa de Plata.[cita requerida]
En 1960, se le otorgó el premio Diploma al Mérito en el Festival de Edimburgo, e Ignacio López Tarso recibió premio en el Festival de San Francisco.[cita requerida]
Fue exhibida en el Festival de Cannes, donde obtuvo el premio a la mejor fotografía para Gabriel Figueroa.[cita requerida]
Control de autoridades |
---|